Aceras y Brocales
Cómo gastar $800 mil millones
Nada mejor en estos días tan contradictorios, que escuchar lo que se dice en el propio centro de origen de los grandes problemas mundiales. Un conocido urbanista de la élite norteamericana, Michael Sorkin, en una igualmente conocida revista gringa, el Arquitectural Record (02/2009) le lanza al presidente Obama una propuesta asombrosa por lo radical. Se apoya Sorkin en la idea de Obama de reparar la horrible situación económica de los Estados Unidos con una gigantesca inversión (800 mil millones de dólares) en infraestructura. Aplaude entusiasmado Sorkin. Pero también recomienda que esa inversión no sea a lo loco o repitiendo esquemas obsoletos. Y propone unas cuantas sugerencias cuyo contenido, en aras de la brevedad periodística, y para lo que más nos interesa, puede ser resumido de manera muy sintética, así:
1.- Prepararse para el ambiente urbano postautomóvil. Hacer enormes inversiones en el transporte público urbano, ferrocarril, y trenes de cercanía. Darle máxima prioridad a todo lo que implique espacios públicos peatonales y a lo que facilite la locomoción humana (peatonal y en bicicleta). En lugar de construir autopistas, subsidiar su eliminación.
2.- Replantear la industria del carro. Lograr que la industria del automóvil pase a diseñar y producir carros pequeños, limpios y eficientes, pensados especialmente para la ciudad, en lugar de los modelos actuales. Y que se incorpore a la producción de nuevos sistemas de transporte masivo.
3.- Reconstruir la red de cloacas. Separar las aguas de lluvia de las otras y reciclarlas para uso urbano. Rediseñar las instalaciones de los baños para ahorrar agua.
4.- Poner “verdes” los edificios. Poner a trabajar la inmensa cantidad de presos, “una cantidad obscena”, que no hacen nada en las prisiones gringas, para intervenir en las ciudades, vegetación en los techos, bosques urbanos, agricultura urbana, aislamiento térmico en los edificios, etc.
5.- Pasar rápidamente a la energía renovable. Acometer una empresa del tamaño de la que se acometió en la era atómica de Eisenhower, para desarrollar todo tipo de energías alternativas que permitan sustituir lo más pronto posible el uso de la energía fósil que se está acabando y que ya bastante daño le ha hecho al planeta.
6.- Construir escuelas. Lo más importante es la educación, por lo tanto debe hacerse un esfuerzo descomunal para construir miles de escuelas “grandes, hermosas y bien equipadas”.
7.- Construir viviendas masivamente. El Estado no debe dejar al “mercado” inmobiliario el asunto de la vivienda. Los desastrosos resultados económicos y sociales ya se han visto. Debe construir directamente los millones de muy buenas casas necesarias para la clase media y los estratos más pobres.
8.- Construir nuevas ciudades. Frente al crecimiento desordenado de las ciudades actuales, se deben construir nuevas ciudades “siempre compactas”. Que sean los militares(sic), en lugar de seguir gastando miles de miles de millones de dólares en guerras inútiles, quienes, patrióticamente se ocupen de construir sistemáticamente los nuevos centros urbanos sustentables.
Como se observa, todo lo anterior, viniendo de una de las mentes pensadoras del imperio, asombra que suene a cosas conocidas que pertenecen al ideario programático revolucionario y que son repetidas por destacadísimos voceros, incluyendo nuestro presidente. ¿Qué está pasando? Michael Sorkin y la Arquitectural Record no son talibanes y seguramente les horroriza el “fundamentalismo”. Sin embargo, la insistencia en la importancia decisiva, para lograr ciudades compactas sustentables, de la educación, la vivienda y el transporte público masivo, corresponde a principios fundamentales de una política progresista. ¡Hasta la idea de los militares haciendo obras de paz en lugar de guerras! Lo que ocurre es que ya no hay dudas de que el petróleo se acaba, de que el cambio climático es un hecho y de que no es posible con los instrumentos del capitalismo desatado, hallar una salida cercana. El imperio está considerando cómo salir del atolladero que él mismo ha construido y provocado. Pero no hay tal cosa: El dilema sigue siendo igual, socialismo o barbarie.
Alejandro López
Alfredo Roffé
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