martes, 8 de abril de 2008

Letras para seguir luchando - Ileana Ruiz de Mujica

Fotografía: Memo Vásquez

No hay mal que dure tras un buen escrito, ni gente que se le resista. Por eso es necesario para todas y todos recibir terapia del lenguaje: un texto que se nos revele o se nos repase, que nos anime e inspire, que sea soporte del alma maltrecha, del cuerpo enfermo, una palabra intensiva para seguir luchando.

Todo el dolor del mundo en un verso, ¿verdad, César Vallejo? Aunque para construirlo haya que guardar un minuto, un año, un misterio de silencio. Dolor que duele en la indiferencia del mundo, en la aceptación desapegada de lo injusto. Duele en la ausencia del ser querido que nos creció con vocación de muerto. Duele y es lágrima diaria camuflada en la intimidad, la que escondemos y tragamos para no hacer de nuestra vida un puro llanto. Lloramos y avanzamos con pasos inseguros pero con voz sabia imposible de represar, reprimir.

Todo el entendimiento del mundo en una denuncia, ¿verdad, Eduardo Galeano? Cuento cotidiano, grafitti vislumbrado en un santiamén; texto y contexto que se entretejen sin censura ni anestesia; descubrimiento de lo interesado de la educación, política, comunicación; invitación a nunca más caer por inocentes y saber que ninguna palabra es desperdicio: asesina, envilece o es caricia perentoria que da vida.

Todo el humor del mundo en un canto, ¿verdad, María Elena Walsh? ¿Quién dijo que el activismo en derechos humanos es cosa seria? Hay que aplaudir hasta llegar al corazón, preparar la próxima hora con rumor de piel en estricta alegría porque las penas, lo ingrato y el dolor suelen ser escandalosos y dejan heridas que cuesta olvidar. En cambio las cosas bellas, las horas buenas pasan desapercibidas. Necesario es que comencemos a marcarlas, a iluminarlas; que sean como las piedritas que señalan el regreso a casa en aquel cuento de nuestra infancia.

Toda la magia del mundo en un relato, ¿verdad, Julio Cortázar? Nos animamos con el sentimiento propio en palabras de otro, de otra, y de cuento en cuento vamos entendiendo que hoy el deber es luchar con voluntad, resucitar por capricho, compartir el tiempo que se nos quedó en el ombligo; concienciar que la vida es un juego que no admite trampas ni doping y es bueno saber que el cronopio de nuestros sueños puede estar a la vuelta de la esquina.

Toda la ternura del mundo en un gesto, ¿verdad, Mario Benedetti? Las luchas son arduas y agotadoras pero qué bueno llegar a la vejez haciendo el amor, poetizando, construyendo patria y haciendo política. A veces las posiciones dignas cuestan el exilio, ganan detenciones arbitrarias o enemistades pero con qué gusto nos recuperamos si no traicionamos los nobles principios y seguimos en pie de batalla.

En fin, palabreando aprende y se alivia la gente, ¿verdad, Pueblo?

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